CRÓNICA
DE LA CEREMONIA OFICIAL
De
Pamela Cáceres
9 DE DICIEMBRE DÍA
DEL SOCIOLOGO
JUSTOS Y MERECIDOS
RECONOCIMIENTOS

Entre aquellos destaca los
conflictos sociales, como siempre la pobreza, la desigualdad y los problemas en
la educación. Pero luego habla de una inédita presencia. La sociología deberá
intervenir en la empresa privada. El sociólogo, antes considerado una amenaza
para el sector privado, hoy espera se le abran las puertas de mineras,
constructoras y bancos, su labor es titánica pues debe humanizar este sistema.
Lo último genera un
inevitable entusiasmo entre los más jóvenes profesionales y una mirada de
cautela y cuidado entre los ya experimentados maestros. Sobre todo cuando
ingresa uno de los sociólogos más jóvenes de la orden y relata su experiencia
en los sectores minas y construcción y declara su interés por “alguna vez”
ingresar a trabajar al Estado, así como lo hicieron Patricia Salas y Carlos
Leyton, ex ministros que esa noche serán homenajeados.
Pienso que hace unas décadas
esto sería inconcebible. Casi estoy segura de que gran parte de mis profesores
ingresaron para forjar un cambio social y creyeron, o por lo menos se
interesaron, en una lectura marxista de la sociedad. Probablemente la
sociología en la empresa ha cambiado nuestras expectativas y nuestra relación
con el mundo. Probablemente al joven sociólogo, antes un buscador de problemas,
lo ha atacado el entusiasmo de los tiempos.
Pero es en honor a aquellos
tiempos que la noche continúa. Llega el momento de los reconocimientos a
quienes por su labor académica, profesional o intelectual han marcado un hito
en la sociología arequipeña. Distinguen con una medalla el doctor Raúl
Fernández Llerena. Es un día especial para él, en la mañana ha dictado su
última clase en la Escuela de Sociología. Luego de cincuenta años, y por propia
voluntad se retira de las aulas en pregrado. Se extrañará su ruda sinceridad.
Continúan Carlos Leyton y
Patricia Salas, ambos ex ministros de Estado, que luego de dejar sus carteras y
ante la expectativa y la sorpresa de los estudiantes volvieron a ejercer la
cátedra en una universidad nacional y de provincia.
Alguna vez, cuando fueron
recibidos con honores en la Escuela, el director José Luis Ramos, fiel a su
honestidad expresó su admiración, quién iba pensar que luego de tales cargos
volverían, solo alguien que albergue en el espíritu una gran identidad profesional.
Gracias a ellos la Escuela de Sociología de la UNSA se ha convertido en la
única que cuenta entre sus docentes con la experiencia de dos ex ministros.
Prosiguen los homenajes: al
doctor Jordán Rosas Valdivia, ex decano de la Facultad de Ciencias Histórico
Sociales y a la Licenciada Rubí Paredes Delgado cuyo trabajo en el área de los
derechos humanos, la equidad de género y los derechos de la niñez, es
incansable. De pronto ingresa el doctor Héctor Ballón, el respeto que genera se
observa en los ojos de sus alumnos que lo aplauden sin cesar.
Llega la claridad con el
discurso de Patricia Salas, que inicia con la espada en alto y resalta el deber
de utilizar las palabras y las categorías con pertinencia. “Es el compromiso
con la rigurosidad que los profesionales de la Sociología estamos compelidos a
desarrollar de manera consistente”. Y como durante la noche se ha plateado el
tema del nuevo rumbo de la Sociología, Salas trata de interpretar y relata que
en sus tiempos de estudiante había un fuerte debate entre cuánto de teoría,
ciencia, y cuanto de práctica debería tener un sociólogo. “La historia ha
resuelto que ese debate era inútil, ambas cosas son absolutamente importantes”,
comenta.
Sin embargo, según la
propuesta de la ex ministra aquello que debe diferenciar al sociólogo de otras
ramas de ciencias sociales es “una formación teórica sólida y consistente”. Su
defensa del conocimiento académico contrasta con la moda de los tiempos que
ejecuta una verdadera cacería de brujas contra la teoría. Y que ha convertido
la palabra “teórico” en todo un insulto.
¿Qué
es eso que sabemos hacer que nadie más puede hacer? ¿Qué nos hace diferente a
todos los otros profesionales?, se pregunta Salas, la respuesta es la teoría:
“Estamos comprometidos a hacer desarrollos teóricos y metodológicos lo más
potentes posibles, nuestros campos de acción son absolutamente retadores”. Es
el cambio de los tiempos, de las estructuras, de las relaciones y las
instituciones sociales que obliga al sociólogo a ser más observador y quizá
menos optimista.
Para finalizar la ceremonia
el Decano del Colegio, Eliseo Zeballos, relata la paradoja; fue el gobierno de Piérola cuando se enseñó por
primera vez Sociología. Llegó la propuesta de abrir una cátedra en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos con un profesor arequipeño que venía de trabajar
en la academia extranjera. El Presidente con admirable inocencia aceptó.
No había dinero para pagarle
al docente y pidió a la Universidad un préstamo, que le sería devuelto en el
presupuesto del año siguiente. Así un 09 de diciembre en 1896, Mariano H.
Cornejo dictó la primera cátedra de sociología. Para quienes no lo conocen, fue
un abogado arequipeño, autor de “Tratado General de Sociología” libro que ha
ganado un espacio en la biblioteca de la literatura sociológica universal. El
Decano subraya que Piérola seguramente no sabía lo que hacía. Porque desde
entonces han sido los sociólogos los primeros en cuestionar el sistema y el
poder. La anécdota parece encaminar la esperanza.
De
regreso a casa recuerdo que en las primeras clases del curso de Estructuras
Sociales, Víctor Raúl Saca nos enseña que la Sociología no es una ciencia
nacida en la izquierda, como muchos ilusos hemos querido creer. “Ha nacido con
el capitalismo, es una ciencia del capitalismo”, la crearon para solucionarle
los problemas, el caos de las nuevas ciudades, la pobreza de la Revolución
Industrial, la desesperanza de la gente. Curiosos son los caminos, me digo.
Como señaló aquel viejo filósofo, tal vez el sistema conciba a sus propios
enterradores.